jueves, 29 de septiembre de 2011

TEMA 1 [SEGUNDA PARTE]: LA LITERATURA CLÁSICA

I. LA LITERATURA GRIEGA


  La literatura occidental comienza en Grecia. Las manifestaciones artísticas griegas se caracterizan por su sentido de la mesura, la sujección a una norma y por el seguimiento de un método. En el campo de la literatura, los autores helenos disponían de dos instrumentos esenciales:

a) La mitología: el pueblo griego adoró primero a las fuerzas de la naturaleza, convirtiéndolas en dioses con formas y sentimientos humanos (antropomorfismo), pero que poseían mayor fuerza y belleza que los hombres y, sobre todo, eran inmortales. También crearon héroes, nacidos de la unión entre un dios y un mortal. De esta rica tradición oral surgieron los mitos; los mitos pervivirán gracias a su belleza y a sus apasionantes tramas, que serán fuente de inspiración para la creación literaria. La amplitud y complicación de los mitos griegos hizo necesario recopilarlos y sistematizarlos. De ello se encargó Hesíodo (s. VIII a.C.). Sus principales obras son:
  • Teogonía: poema donde se relatan los mitos del origen del mundo y se resume el parentesco entre los dioses. Es el único texto que conservamos en que se exponga de manera organizada el conjunto de los dioses griegos.
  • Los trabajos y los días: poema de intención moral en que explica las labores agrícolas, a la vez que hace reflexiones sobre la ambición de riquezas y las virtudes del trabajo.
b) La lengua griega posee una fonética musical, una sintaxis flexible y un léxico rico, lo cual la hacía muy apta para el canto y facilitaba la expresión del sentimiento.

I.1. LA POESÍA ÉPICA GRIEGA

      Nace como herencia de una rica tradición oral y cuenta las hazañas de los héroes del pasado; es obra de un aedo o rapsoda, quien recitaba un cantar que previamente había oído, manteniendo viva una larga cadena poética y musical. Él conserva los elementos tradicionales, pero a la vez innova, pues no dispone de un texto prefijado, sino que crea su obra valiéndose de su conocimiento de las leyendas y de un surtido de fórmulas fijas.

   Los rasgos esenciales de la poesía épica son:

a) La recurrencia a temas mitológicos.
b) La utilización de una lengua arcaica y artificial.
c) El empleo de fórmulas épicas (epíteto épico: Aquiles, el de los pies ligeros y repeticiones).
d) El uso de un solo tipo de verso (hexámetro).

I.1.1. HOMERO: es el único rapsoda del que se conservan poemas; poeta del siglo VIII a.C., apenas se sabe nada de su vida: en alguna época se puso en cuestión su existencia real y se pensó que los poemas homéricos eran fruto de la tradición popular oral, unificada bajo el nombre de un poeta inexistente, pero hoy parece seguro que sí existió, y que dichos poemas fueron elaborados por una sola persona. Según la tradición, Homero era ciego y parece ser que estaba relacionado con los ambientes de la nobleza, cuyas virtudes guerreras glorificaba en sus poemas. 

A. La Iliada, dividida en 24 cantos, narra un episodio en el último de los diez años de la guerra de Troya (Ilión, en griego): Aquiles, irritado porque el jefe de los griegos, Agamenón, le ha arrebatado la esclava Briseida, decide abandonar la lucha. Los troyanos aprovechan la ausencia del héroe para atacar el campo griego y matan a Patroclo, que les había hecho frente con las armas de Aquiles. Al conocer la triste noticia, el héroe aqueo, Aquiles, vuelve al combate y toma venganza matando a Héctor, hijo del rey troyano Príamo. Los dioses participan activamente en la acción tomando partido por uno u otro bando.


B. La Odisea relata, también en 24 cantos, el largo viaje de Ulises (Odiseo, en griego) desde Troya hasta su patria, Ítaca. Gracias a su ingenio consigue superar numerosas aventuras entre seres fantásticos, como sirenas, hechiceras o cíclopes. A su regreso se enfrenta a varios nobles que pretenden, ante su larga ausencia, casarse con su esposa Penélope y usurpar la corona. Gracias a su astucia y con ayuda de su hijo Telémaco, consigue eliminar a los pretendientes y retomar su poder real.


1. [Ulises, en su camino de regreso a Ítaca, narra a unos huéspedes las aventuras que le acontecen durante el viaje. Muchas de estas aventuras tienen un elemento fantástico, como la del enfrentamiento con el cíclope Polifemo. Este monstruo de un solo ojo tiene prisioneros a Ulises y sus compañeros, a algunos de los cuales ha devorado. Ulises, gracias a su astucia, consigue acabar con Polifemo y liberar a sus compañeros]: 

   Acabadas con prontitud tales cosas, agarró a otros dos de mis amigos y con ellos se aparejó la cena. Entonces, me llegué al cíclope y, teniendo en la mano una copa de negro vino, le hablé de esta manera:

ULISES.–Toma, cíclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, a fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque. Te lo traía para ofrecer una libación en el caso de que te apiadases de mí y me enviaras a mi casa, pero tú te enfureces de intolerable modo. ¡Cruel! ¿Qué seres humanos llegarán hasta aquí en lo sucesivo, si te portas de modo tan injusto?

  Así le dije. Tomó el vino y se lo bebió. Y le gustó tanto el dulce licor que me pidió más.

POLIFEMO.–Dame de buen grado más vino y hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario con el que te alegres. Pues también a los cíclopes la fértil tierra les produce vino en gruesos racimos, que crecen con la lluvia enviada por Zeus; mas esto se compone de néctar y ambrosía.

  Así habló y yo volví a servirle el negro vino; tres veces se lo presenté y tres bebió incautamente. Y cuando los vapores del vino envolvieron la mente del cíclope, le dije con suaves palabras:

ULISES.–¡Cíclope! Preguntas cuál es mi nombre ilustre y voy a decírtelo; pero dame el presente hospitalario que me has prometido. Mi nombre es Nadie y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos.

Así le hablé, y en seguida me respondió con ánimo cruel:

POLIFEMO.–A Nadie me lo comeré el último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezco.

Así dijo; se tiró hacia atrás y cayó de espaldas. Así echado, dobló el robusto cuello y le venció el sueño, que todo lo rinde: le salía de la garganta el vino con pedazos de carne humana, y eructaba por estar cargado de vino. Entonces metí la estaca debajo del abundante rescoldo para calentarla y animé con mis palabras a todos mis compañeros, no fuera que alguno, poseído de miedo, se retirase. Mas cuando la estaca de olivo, con ser verde, estaba a punto de arder y relumbraba intensamente, fui y la saqué del fuego; me rodearon mis compañeros y algún dios nos infundió gran audacia. Ellos, tomando la estaca de olivo, la hincaron por la aguzada punta en el ojo del cíclope y yo, alzándome, la hacía girar por arriba.
2. [Tras una estancia en la isla de Circe, Ulises y sus compañeros parten rumbo a Ítaca. La maga, antes de la partida de Ulises, le advierte de los múltiples peligros con que se va a encontrar en el camino de vuelta, como, por ejemplo, que va a cruzarse con las sirenas, seres mágicos con cuya voz encantan a los hombres, de manera que estos ya no vuelven a ver a sus esposas e hijos. Y así evita Ulises dejarse llevar por los seductores cantos de las sirenas]:

  Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del sol, y fui tapando con ella los oídos de todos los compañeros. Me ataron estos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las sogas al mismo y, sentándose en los bancos, tornaron a batir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente, y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá pudieran llegar nuestras voces, no les pasó inadvertido a las sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia y empezaron un sonoro canto:

LAS SIRENAS.–¡Llega acá, célebre Ulises, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que se van todos, después de recrearse con ella, sabiendo más que antes, pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo lo que ocurre en la fértil tierra.

  Esto dijeron con su hermosa voz. Sintió mi corazón ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen, pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose Perimedes y Euríloco, me ataron con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, se quitaron mis fieles compañeros la cera con que había yo tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras.


I.2. LA POESÍA LÍRICA GRIEGA

     Si la poesía épica narra los hechos gloriosos del pasado, la poesía lírica se ocupa de los sentimientos e inquietudes del presente y da lugar a una poesía más emotiva e íntima. Aunque apenas se conservan unos pocos fragmentos, estos textos líricos bastan para darnos una idea de la belleza y frescura de estos poemas.
  • Lírica coral. Son poemas concebidos para ser cantados por un coro: esta circunstancia hace que la lírica coral tuviese lugar en acontecimientos sociales o públicos. Se trata de largas y complejas composiciones destinadas a ser cantadas en fiestas religiosas, funerales, bodas u otras celebraciones. Su mayor representante es Píndaro, poeta profesional nacido a finales del siglo VI a.C. Píndaro se hizo famoso por sus poemas en honor a los vencedores olímpicos. Cuando un vencedor regresaba a su ciudad, era recibido como un héroe, con festines en los que se cantaban poemas corales llamados Cantos de victoria o epinicios. Las odas tenían distintos nombres en función de dónde hubiesen tenido lugar los Juegos; por ejemplo, las Odas olímpicas se llaman así porque conmemoran a los vencedores de los juegos que tuvieron lugar en Olimpia. 
  •  
  • Lírica individual. También llamada lírica monódica, está compuesta por poemas más breves, de recitación individual. Su temática es variada: los hay morales, satíricos, los que cantan los placeres de la vida o las experiencias amorosas, pero, sobre todo, expresan la subjetividad del poeta.
    • Arquíloco. Aristócrata arruinado nacido a finales del siglo VII, compuso canciones amorosas y satíricas, en las que se burlaba de la importancia que daba la nobleza a los honores ganados en el campo de batalla.
    • Alceo. Poeta contemporáneo de Safo (ambos nacieron en el siglo VII a.C.). De origen noble, defendió en sus poemas a los aristócratas de Lesbos, que se debatían en luchas sociales con otras clases.
    • Safo. Fue la poetisa más importante y leída en la Antigüedad. Residió una época en Sicilia y dirigió en Lesbos una escuela literaria para chicas jóvenes de origen noble.

      La leyenda le atribuye diversos episodios, como su suicidio por un amor no correspondido. Solo se conservan 650 versos de sus obras, en los que canta las íntimas alegrías y penas de sus amores y crea un mundo propio de sentimientos y sensibilidad.

      Safo creó el verso sáfico, verso de once sílabas distribuidas en cinco pies. Este verso dio lugar a la estrofa sáfica y fue introducido en la poesía latina por Horacio.
    • Anacreonte. Poeta nacido a mediados del siglo VI a.C., dedicó toda su producción poética a cantar al vino, a la juventud y a los placeres del amor y de la vida. El adjetivo anacreóntico, aplicado a la poesía, ha quedado como sinónimo de una clase de composiciones destinadas a ensalzar los aspectos más placenteros de la vida.

POEMAS LÍRICOS: 

1. ARQUÍLOCO DE PAROS



Algún Sayo alardea con mi escudo, arma sin tacha,

que tras un matorral abandoné, a pesar mío.

Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa a mí el tal escudo?

¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor



2. PÍNDARO



Lo mejor es, de un lado, el agua, y, de otro, el oro, como ardiente fuego,

que destaca en la noche por encima de la magnífica riqueza.

Y si certámenes atléticos celebrar

anhelas, querido corazón,

ni busques otra estrella más cálida que el sol

brillante en el día como todo el yermo éter,

ni ensalcemos otra composición superior a la de Olimpia.



3. ALCEO DE MITELENE



Me desconcierta la revuelta de los vientos.

De aquí llega rodando una ola y por allá

otra, y nosotros en medio arrastrados

nos vemos en nuestra nave negra,

afligidos por la muy enorme tempestad.

El agua de la sentina ya cubre el pie del mástil.

Toda la vela está ya transparente,

y cuelga en grandes jirones su tela,

no logran asideros las anclas, y el timón…

… mis dos piernas se afirman en las jarcias

y solo esto me mantiene a salvo.

Toda la carga arrastrada fuera de borda va.


4.  SAFO:

Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.
5. ANACREONTE:  

Echándome de nuevo su pelota de púrpura
Eros de cabellera dorada
me invita a compartir el juego
con la muchacha de sandalias de colores.
Pero ella, que es de la bien trazada Lesbos,
mi cabellera, por ser blanca, desprecia,
y mira, embobada, hacia alguna cosa.






No hay comentarios:

Publicar un comentario