miércoles, 11 de enero de 2012

TEMA 7. EL ROMANTICISMO Y SU CONCIENCIA DE MOVIMIENTO LITERARIO

Las consecuencias de la Revolución Francesa se dejaron sentir durante todo el siglo XIX: el que se hubieran podido cambiar en Francia las bases sociales y políticas del Antiguo Régimen puso sobre aviso a los estamentos privilegiados de los demás países, que adoptaron una actitud defensiva ante cualquier intento de oponerse a su posición dominante. Esta situación marca los avatares políticos de la primera mitad del siglo XIX, en la que se suceden los enfrentamientos políticos entre los partidarios del Antiguo Régimen, que se resiste a desaparecer, y los defensores de un liberalismo que pretende cambiar las viejas estructuras sociales, pero que pronto se ve sobrepasado por los incipientes movimientos obreros.
 
 
   En Francia, las contradicciones dentro del proceso revolucionario llevaron al poder a Napoleón Bonaparte, quien, fruto de sus conquistas militares, llegó a formar un imperio que se extendió por gran parte de Europa. Sin embargo, la gran potencia económica de la época era Inglaterra, único lugar donde se había producido una verdadera revolución industrial. En Europa Central, Austria seguía siendo la gran potencia, pero entre los disgregados estados alemanes e italianos fue extendiéndose la idea de la unificación, impulsada por los liberales. Entre tanto, Rusia vivía todavía en condiciones semifeudales, y los Estados Unidos prosiguieron su expansión territorial y demográfica.
   En España, los numerosos errores diplomáticos de Godoy y las rivalidades entre Carlos IV y su hijo Fernando VII conducen a la invasión francesa de 1808: comienza la Guerra de la Independencia. La llegada de los franceses, que colocan en el trono a José I, provoca la división entre los españoles. Las Cortes de Cádiz aprobaron la Constitución de 1812, de signo inequívocamente liberal, pero el nuevo rey Fernando VII, a su llegada en 1814, hace caso omiso de la Constitución y comienza un periodo de gobierno absolutista. Tras su muerte en 1833, se produce una guerra civil entre los absolutistas o carlistas, que se muestran partidarios de que la sucesión al trono recaiga en Carlos, hermano de Fernando VII, y los liberales, que apoyan a la hija del rey, la futura Isabel II. Vencen los “isabelinos”, pero, dada la minoría de edad de la princesa, ejerce de regente su madre, María Cristina, hasta 1840. En este periodo se dan los primeros pasos hacia la instauración de un régimen liberal: la medida más importante es la desamortización de los bienes eclesiásticos impulsada por el ministro Mendizábal.  
 
 
   La primera mitad del siglo XIX en Europa se cierra con nuevas e importantes convulsiones: las revoluciones de 1848. Muy significativa es la participación de las masas obreras en estas revueltas: es justamente en este clima social y en este año cuando Kart Marx y Friedrich Engels publican el Manifiesto Comunista”. Pero las reivindicaciones obreras no son atendidas y se produce una honda fractura entre el liberalismo burgués y los movimientos obreros.

I. EL ROMANTICISMO


  Se conoce con el término Romanticismo el movimiento cultural que se opone a los principios característicos de la Ilustración y que es el resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio. La crisis de los seguros valores tradicionales, la despersonalización del individuo dentro de la nueva sociedad industrial, el auge del materialismo y la tecnificación conducen a dos actitudes opuestas: el rechazo de la nueva sociedad (sea añorando un pasado perdido, sea forjando mundos ideales) o la reivindicación de un progreso más acentuado que permita configurar una nueva sociedad en la que tengan cabida la fantasía, la espiritualidad, la libertad y la justicia.
 
 Los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos en el siglo XVIII, sobre todo en la filosofía y la cultura alemanas. Se produce allí un movimiento llamado Sturm und Drang. Se designa con este nombre a una corriente a la vez política y literaria del la segunda mitad del siglo XVIII, nacida como respuesta al racionalismo ilustrado. El Sturm und Drang destacaba la superioridad de los sentimientos y exaltaba las emociones, prefiriendo la pasión a la razón; como movimiento contestatario propio de escritores jóvenes, se rebelaba contra las autoridades alemanas y los príncipes que dirigían el país. Veía en la Revolución Francesa un modelo a seguir y consideraba la libertad y los derechos humanos como valores esenciales. Buscaba la emancipación del individuo y rechazaba la vida profesional burguesa, así como sus valores morales. Inspirándose en Jacques Rousseau, mostró un gran interés por la naturaleza, el marco que permitía al individuo reencontrarse, despertar sus sentidos y expresar sus sentimientos con mayor libertad.
  Esta sensibilidad prerromántica se manifiesta bien pronto en Inglaterra y, con mayor o menor intensidad, se extiende por toda Europa. Las peculiares circunstancias históricas y políticas que atraviesa España durante la primera mitad del siglo XIX son las que explican el tardío desarrollo que el movimiento romántico tiene en la literatura española.
 
    Rasgos característicos del Romanticismo son los siguientes:

1. Irracionalismo: se niega que la razón explique por completo la realidad. El mundo es, en su esencia, un misterio; ya no hay certezas absolutas y no sirven las respuestas tradicionales a los interrogantes que la realidad ofrece.
 
 
2. Subjetivismo: si la razón tiene sus límites, son necesarias otras formas de conocimiento, que para los románticos son la intuición, la imaginación y el instinto.
 
3. Idealismo: el romántico siente predilección por lo absoluto, por lo ideal. El choque entre sus anhelos y la realidad prosaica produce en el artista romántico un hondo desengaño y un hastío vital que lo llevan a rebelarse contra las normas morales, sociales, políticas y religiosas.
 
4. Individualismo: el artista romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto a los demás, y afirma constantemente ese yo frente a todo lo que le rodea. Es un genio dedicado por entero a la creación: la obra de arte es el resultado de un momento de inspiración que refleja la valía de su autor.
 
 
5. Evasión: el romántico puede optar por huir de la realidad inmediata recreando épocas pretéritas, como la Edad Media, o lugares lejanos o exóticos, como Oriente, América…También puede escapar refugiándose en sí mismo, lo que justifica la preferencia por lugares solitarios, como castillos, cementerios, jardines, etc. Una forma extrema de evasión es el suicidio.
 
 
6. Naturaleza dinámica: el artista romántico representa la Naturaleza en forma dramática, en movimiento y con preferencia por la ambientación nocturna. La naturaleza se identifica con los estados de ánimo del creador.
 
7. Nacionalismo: se forja el concepto de pueblo como entidad a la que pertenecen individuos que comparten una serie de rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes…De ahí el interés por conocer lo que tiene de particular el espíritu de cada nación.
 
II. EL ROMANTICISMO ALEMÁN
 
 
A. JOHANN CHRISTOPH FIEDRICH VON SCHILLER


 
  Schiller (1759-1805) nació en Marbach amb Neckar (Alemania). Estudió en una escuela militar y llegó a ser médico como su padre, cargo que abandonó al ser arrestado por haber asistido al estreno de su primera obra teatral, “Los bandidos”. Enfermo y perseguido por razones políticas, llevó una vida errática y miserable: se estableció en Jena, donde conoció a Goethe; este le consiguió una plaza de profesor de Historia sin sueldo en la Universidad. En 1799 se trasladó a Weimar, donde murió en 1805.
 
Teatroà Schiller creó el teatro nacional alemán moderno. Es autor de “Los bandidos”, “Cábala y amor”, “Don Carlos”, la trilogía “Wallenstein”, “María Estuardo”, “La doncella de Orleans” y “Guillermo Tell”.  Solo las primeras piezas de Schiller pueden considerarse prerrománticas, ya que más tarde su teatro evolucionó hacia el Neoclasicismo.
  Las obras de Von Schiller presentan conflictos del alma, la cual, al seguir los impulsos más nobles, entra en discordia con el universo. Tiene tendencia a los efectos escénicos, que a veces lo acercan a la ópera, y utiliza un estilo retórico; muchas de sus obras recurren a una ambientación histórica, si bien la realidad no queda plasmada de forma fidedigna, sino que está al servicio de las ideas revolucionarias y subversivas que defiende.

B. JOHANN WOLFGANG GOETHE
    
   Goethe (1749-1832) es un autor difícil de clasificar: no se puede etiquetar como neoclásico ni como romántico, ya que en realidad representó todas las corrientes y no quiso estar adscrito a ninguna.
    Nació en 1749 en Frankfurt am Main, en una familia burguesa que poseía una gran biblioteca. En 1765 se fue a Leizpig a estudiar Derecho, pero enfermó y regresó a Frankfurt, donde mantuvo un reposo de 2 años. En 1770 se trasladó a Estrasburgo, continuó sus estudios de Derecho y los amplió con asignaturas de Medicina e Historia. En 1775 se marchó a Weimar y allí dedicó 10 años a participar en la vida pública y científica. Más tarde, en 1789, se estableció en Roma,  donde inició una estapa de madurez estéticamente neoclásica. Murió en 1832.

  La etapa prerromántica de Goethe está representada, sobre todo, por “Los sufrimientos del joven Werther”, una novela publicada en 1774 con la que alcanzó una enorme popularidad. Sin embargo, su gran obra es el “Fausto”, tragedia publicada en dos partes (1808 y 1832, respectivamente).

b.1. “Los sufrimientos del joven Werther”: La  mayor parte de la acción está contada en forma de cartas que el joven Werther escribe a su amigo Wilhelm. El protagonista es un joven que no sabe qué hacer con su existencia y que se marcha a la ciudad de W para huir del mundo burgués. Allí se pasea por la naturaleza para dibujarla, ya que se considera artista. Un día es invitado a un baile, donde conoce a una joven llamada Charlotte (Lotte), hija de un personaje distinguido. La muchacha, desde la muerte de su madre cuida de sus hermanos. Werther sabe que Charlotte está comprometida con Albert, pero eso no le impide enamorarse inmediatamente de ella. Finalmente, Werther acaba con su vida (el impacto de este libro se manifestó socialmente en una oleada de suicidios).
 
"LOS SUFRIMIENTOS DEL JOVEN WERTHER"  

12 de mayo
  No sé si por estos lugares se pasean hechiceros espíritus o si un delirio del cielo llena mi pecho, porque todo lo que me rodea me parece un paraíso. A la entrada de la ciudad hay una fuente… una fuente a la que me encuentro adherido, como por encanto, igual que Melusina y sus hermanas. A la falda de una pequeña colina, se puede ver una bóveda; se bajan 20 escalones y se ve saltar el agua más pura y transparente de los peñascos de mármol. La pequeña pared que forma su recinto, los árboles, que techan con su sombra la frescura del lugar, todo esto tiene un no sé qué atractivo y desconsolador al mismo tiempo; y no pasa un día que deje de descansar ahí una hora. Las mozas vienen a buscar agua; ocupación inocente y pacífica, que no desdeñaban en otros tiempos las hijas de los reyes. Cuando ahí estoy sentado recuerdo una vida patriarcal; rememoro que nuestros antepasados a la vera de la fuente creaban sus relaciones; que ahí era adonde iban a hablarles de amor; que alrededor de las claras fuentes revoloteaban y jugueteaban incesantes mil genios bienhechores.
  ¡Oh! Si hay alguien incapaz de sentir aquí lo que yo siento, es que no ha probado el placer de la suave frescura de una fuente, después de una larga jornada por un camino árido y vacío, bajo los ardientes rayos de un sol que quema.

15 de mayo
 
  Las buenas gentes de la localidad me van conociendo y me quieren, sobre todo los niños. Al principio, cuando me acercaba a ellos y les hacía algunas preguntas con cariño, imaginaban que quería burlarme y me contestaban con brusquedad, casi brutalmente.
  No me enojaba por eso, pero no dejé de sentir vivamente la verdad de una observación que antes había hecho: que ciertas personas de alta sociedad se apartaban de sus inferiores, como si el acercarse a ellos o dejar que se les acercaran debiera robarles la dignidad; y algunos casquivanos o majaderos se divierten y complacen en fingir familiaridad con el vulgo para hacerle sentir después su desprecio de manera asertiva.
  Sé que no todos somos iguales ni podemos serlo; pero sostengo que quien se crea obligado a alejarse de lo que se llama el pueblo para mantenerlo respetado, no vale más que el cobarde que se oculta del enemigo, por miedo a que se le venza. Al venir uno de estos días a la fuente, encontré ahí a una jovencita que, luego de haber llenado su cántaro, lo había puesto en la escalera y veía hacia todos lados para ver si encontraba a alguna compañera que le ayudara a subirlo a su cabeza. Bajé las escaleras y le dije a los ojos.
-¿Quiere ayuda, señorita?
   Se puso más encarnada que la grana y sólo atinó a decir:
-¡Oh, señor…!
-¡Vamos, vamos dejémonos de cumplidos! -repliqué.
  La chica arregló su rodete sobre la cabeza, le puse el recipiente y muy agradecida subió las escaleras de la fuente.

b.2. “Fausto”:  Fausto en un hombre mayor y de conocimientos enciclopédicos que pacta con el diablo Mefistófeles para alcanzar la eterna juventud a cambio de entregarle su alma. Seduce así a la bella Margarita, quien acaba muriendo a causa de la propia actuación de Fausto. Después de un largo paseo por la Grecia clásica: allí tiene relaciones con Helena y muere al caer en un foso que le ha puesto Mefistófeles. Su alma es conducida, no obstante, al cielo, puesto que al final se ha esforzado por hacer el bien. Esta obra plantea algunas cuestiones de gran profundidad filosófica, como la juventud eterna, la libertad, la salvación a través del eterno femenino, las relaciones entre el bien y el mal o los límites de la naturaleza humana.


   Goethe también escribió poesía (“Elegías romanas”, “Hermann y Dorotea”, “Diván de Oriente y Occidente”); novela  (“Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister”, “Las afinidades electivas”) y teatro (“Ifigenia en Táride”,”Nausica”, “Torcuato Tasso”).
 
"FAUSTO"



 En la primera escena vemos a Fausto, un sabio, expresar su voluntad y su frustración:
 
FAUSTO.–Ahora ya, ¡ay!, he estudiado a fondo filosofía, leyes, medicina y por desgracia también teología, con ardoroso esfuerzo. Y ahora me encuentro, ¡pobre de mí!, tan sabio como antes. Me llaman maestro y hasta doctor, y diez años llevo ya zamarreando a mis discípulos, cogidos de la nariz, arriba, abajo, a este lado y al otro…, y veo que no podemos saber nada. Lo cual me achicharra la sangre. Cierto que soy más discreto que todos esos jactanciosos doctores, maestros, escribanos y clérigos; no me quitan el sueño escrúpulos ni dudas y no le tengo miedo ni al infierno ni al diablo…; pero, en cambio, también ha huido de mí toda alegría, no me imagino saber nada a derechas, no me hago la ilusión de poder enseñar nada, ni de mejorar ni convertir a los hombres. Tampoco tengo bienes, ni dinero, ni honor y lustre mundanos; un perro no habría podido aguantar tanto esta vida. Por eso me he consagrado a la magia, a ver si por la fuerza y el verbo del espíritu se me puede revelar más de un misterio, a fin de no tener más necesidad de decir, sudando la gota gorda, aquello que no sé; de reconocer lo que el mundo encierra en su más íntimo meollo, contemplar toda la fuerza operante y las simientes y no seguir atascado en palabras.
Mefistófeles convence a Fausto de que su diabólico poder le puede proporcionar la plenitud vital que está buscando, siempre y cuando pueda disponer de su espíritu tras su muerte. Fausto acepta:
 
FAUSTO.–¡Te brindo la apuesta!
MEFISTÓFELES.–¡Acepto!
FAUSTO.–¡Venga esa mano! ¡Diréle al momento: aguarda! ¡Eres tan bello! ¡Luego podrás tú cargarme de cadenas y yo me iré gustoso a pique! ¡Cuando doblen por mí las campanas, quedarás libre de tu servidumbre; cuando el reloj se pare y caiga el minutero, se habrá acabado el tiempo para mí!
MEFISTÓFELES.–Piénsalo bien, que no hemos de olvidarlo.
FAUSTO.–En todo tu derecho estarás, que yo no me he pasado de ligero. Tal como me encuentro, esclavo soy, es decir, tuyo o de quien fuere.
MEFISTÓFELES.–Desde hoy mismo serviré como criado a la mesa del doctor. ¡Pero solo una cosa!… Por si vive o muere, os ruego un par de líneas.
FAUSTO.–¿También exiges un escrito, so pedante? ¿Es que no has conocido a ningún hombre ni de palabra de hombre sabes? ¿No es bastante que mi palabra explícita haya de ir unida a mis días eternamente? […] ¿Qué quieres tú de mí, espíritu malo? ¿Bronce, mármol, pergamino, papel? ¿Quieres que escriba con cincel, escoplo o pluma? A tu elección lo dejo.
MEFISTÓFELES.–¿Cómo puedes exagerar con tanto calor tu locuacidad? Para el caso, cualquier hojilla es buena. La firmarás con una gotita de sangre.
FAUSTO.–Si eso te satisface plenamente, sea por la payasada.
MEFISTÓFELES.–Es la sangre un jugo muy particular.
 
Tras visitar la cocina de una bruja, que prepara un elixir para que Fausto pueda rejuvenecer y conocer el amor, Fausto se encuentra a Margarita en la calle, de la que se queda prendado, y pide ayuda a Mefistófeles para conseguir su amor:
 
FAUSTO.–Mi linda señorita, ¿podría yo atreverme a ofreceros mi brazo y mi compañía?
MARGARITA.–Ni soy señorita ni linda; puedo ir a casa sin escolta. (Se aparta y vase.)
FAUSTO.–¡Por el cielo, que es hermosa esa chica! ¡Jamás vi nada que se le pareciera! ¡Es tan decente y virtuosa y al mismo tiempo tiene algo de pizpireta! ¡La grana de sus labios, la luz de sus mejillas no las olvidaré en tanto dure el mundo! ¡Al bajar los ojos quedóseme profundamente grabada en el corazón, y el que sea tan reservada viene a colmar su hechizo! (A Mefistófeles, que llega.) Oye: tienes que proporcionarme a esa muchacha.
MEFISTÓFELES.–¿Cuál?
FAUSTO.–La que acaba de pasar por aquí.
MEFISTÓFELES.–¿Esa? Pero si venía ahora del confesor, que la absolvió de todos sus pecados, que yo me escurrí detrás del confesionario. Es una chica la mar de inocente, que ni necesidad tendría de confesarse; sobre ella no tengo yo ningún poder.
FAUSTO.–Sin embargo, ya pasa de los catorce. […]
MEFISTÓFELES.–Ahora, bromas y cuchufletas aparte. Os digo que con esa chica no se puede ir deprisa. Por la tremenda no se consigue ahí nada; hemos de valernos de la astucia.
FAUSTO.–¡Tráeme algo de ese tesoro angelical! ¡Llévame junto a su lecho! ¡Proporcióname una cinta de las que le ciñen el busto, una media de mi adorada!
MEFISTÓFELES.–Para que veáis que me intereso por vuestras cuitas y quiero serviros, no perderemos un instante y hoy mismo os introduciré en su aposento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario