lunes, 16 de enero de 2012

TEMA 8. LA POESÍA ROMÁNTICA. LA NOVELA HISTÓRICA

1. LA POESÍA ROMÁNTICA ALEMANA


  La poesía romántica alemana había tenido un precedente en los autores del Sturm und Drang; también se vio impulsada por la revista “Atheneaum”, fundada por los hermanos Schlegel, en la cual se publicaron las teorías que August Schlegel había manifestado en sus cursos sobre Literatura y Arte en la Universidad de Berlín, según las cuales la poesía romántica debía retornar a la Edad Media para librarse de la influencia clásica.


A. FIEDRICH HÖLDERLIN

  Hölderlin (1770-1843) nació en Lauffen am Neckar y estudió Teología en la Universidad de Tübingen. Durante su etapa estudiantil, entabló amistad con Hegel, con quien compartía una gran admiración por la Revolución Francesa.
  Se estableció en Frankfurt, donde trabajó como preceptor en la casa del banquero Jacob Gontard, pero abandonó la ciudad en 1798. Empezó entonces un periodo de intensa creatividad durante el que compuso sus grandes elegías. Después de un viaje a pie por Francia, su esquizofrenia (enfermedad que se le había manifestado por primera vez en 1802) empeoró, y se hizo irreversible cuando conoció la muerte de Suzette. Hölderlin muere en 1843.
   Este poeta alemán no pertenece directamente ni al Clasicismo ni al Romanticismo, pero su pensamiento refleja elementos comunes a ambos: comparte con el Clasicismo su gusto por la belleza de la forma y la exaltación del mundo griego; es Romántico en su sentido místico de la naturaleza, así como por los elementos del panteón y las imágenes cristianas.
  Su poesía fue adquiriendo cada vez tonos más pesimistas: su etapa de juventud es de inspiración rousseaniana (la naturaleza es inocente y el mal del mundo es un producto perverso de la sociedad); posteriormente, Hölderlin llegó a la conclusión de que el mal también existe en la naturaleza y que el ser humano nace de la corrupción.


A.1. “El Archipiélago”
Hasta que, despertando de angustioso sueño, se levante
el alma de los hombres, juvenilmente alegre, y el hábito bendito del amor,
de nuevo, como muchas veces antes entre los hijos florecientes de la Hélade,
sople en una nueva época, y el espíritu de la naturaleza,
el que viene desde lejos, el dios, se nos aparezca entre nubes doradas
sobre nuestras frentes más libres, y permanezca en paz entre nosotros.
¡Ay! ¿no vienes todavía?, y aquéllos, los nacidos divinos,
continúan viviendo, ¡oh día!, solitarios en lo profundo
de la tierra, mientras una primavera, siempre viviente,
apunta sobre la cabeza de los mortales, sin que nadie la cante.
¡Pero no por más tiempo! Ya oigo a lo lejos el canto coral
del día de fiesta sobre la verde colina y el eco del bosquecillo,
donde se levanta el pecho de los adolescentes, donde se funde
sosegadamente el alma del pueblo en la más libre canción en honor del dios,
al que corresponde la altura, mas para quien los valles también son sagrados;
pues allá donde gozosa se apresura el agua con creciente juventud
entre las flores del campo, y donde maduran en llanuras soleadas
el noble trigo y los árboles frutales, se coronan contentos
para la fiesta los devotos; y sobre la colina de la ciudad resplandece,
igual que una vivienda humana, el pórtico celeste de la alegría.

Pues toda la vida se ha llenado de sentido divino,
y, perfeccionando todo, vuelves a aparecer, como entonces, por todas partes
ante tus hijos, ¡oh naturaleza!, y, como de montaña rica en manantiales,
fluyen de aquí y de allá bendiciones sobre el alma germinante del pueblo.

A.2. LA INFLUENCIA DE HÖLDERLIN EN LAS ODAS DE LUIS CERNUDA
a) En 1935, Luis Cernuda, en colaboración con Hans Gebser, publicó en la revista “Cruz y Raya” de José Bergamín unas traducciones de Hölderlin.
b) ODA

La tristeza sucumbe, nube impura,
alejando su vuelo con sombrío
resplandor indolente, languidece
perdiéndose a lo lejos, leve, oscura.
El furor implacable del estío
toda la vida espléndida estremece
y profunda la ofrece
con sus felices horas,
sus soles, sus auroras,
delirante, azulado torbellino.
Desde la luz, el más puro camino,
con el fulgor que pisa compitiendo
vivo, bello y divino,
un joven dios avanza sonriendo.

¿A qué cielo natal, ajeno, ausente
le niega esa inmortal presencia esquiva,
ese contorno tibiamente pleno?
De mármol animado quiere ,y siente;
inmóvil pero trémulo se aviva
al soplo de un purpúreo anhelar lleno.
El dibujo sereno
del desnudo tan puro
en un reflejo duro
copia la luz que mira su reposo.
Y levantando el bulto prodigioso
desde el sueño remoto donde yace,
Destino poderoso,
a la fuerza suprema firme nace.

Pero ¿es un dios? El ademán parece
romper de su actitud la pura calma
con un gesto de muda melodía
que luego suspendido no perece;
silencioso más vívido, con alma,
mantiene sucesiva su armonía
el dios que traslucía
ahora olvidado yace;
eco suyo renace
el hombre que ninguna nube cela.
la hermosura diáfana no vela
ya la atracción humana ante el sentido;
y su forma revela
un mundo eternamente presentido.

Qué prodigiosa forma palpitante,
cuerpo perfecto en el vigor primero,
en su plena belleza tan humano.
Alzando su contorno triunfante
sólido sí, mas ágil y ligero,
abre la vida inmensa ante su mano.
Todo el horror en vano
a esa firmeza entera
con sus sombras quisiera
derribar de tan fúlgida armonía.
Pero acero obstinado, sólo fía
en sí mismo ese orgullo tan altivo;
claramente se guía
con potencia admirable, libre y vivo.

Cuando la fuerza bella, la destreza
despliega en la amorosa empresa ingrata
el cuerpo; cuando trémulo suspira;
cuando en la sangre, oculta fortaleza,
el amor desbocado se desata,
el labio con afán ávido aspira
la gracia que respira
una forma indolente;
bajo su brazo siente
otro cuerpo de lánguida blancura
distendido, ofreciendo su ternura,
como cisne mortal entre el sombrío
verdor de la espesura,
que ama, canta y sucumbe en desvarío.


Mas los tristes cuidados amorosos
que tercamente la pasión reclama
de quien la vida entre sus manos deja,
el tierno lamentar, los enojosos
hastíos escondidos del que ama
y tantas lentas lágrimas de queja,
el azar firme aleja
de este cuerpo sereno;
a su vigor tan pleno
la libertad conviene solamente,
no el cuidado vehemente
de las terribles y fugaces glorias
que el amor más ardiente
halla en fin tras sus débiles victorias.

Así en su labio enamorada nace
un ala luminosa dilatando
por el viril semblante la alegría.
Y la antigua tristeza ya deshace,
desde el candor primero gravitando,
la amargura secreta que nutría.
El cuerpo sólo fía
en su bella destreza,
en su divina fuerza
que por los tensos músculos remueve.
Y a la orilla cercana, al agua leve,
la forma tras la extraña imagen salta;
relámpago de nieve
bajo la luz difusa de tan alta.

Sonriente, dormida bajo el cielo,
soñaba el agua mientras fluye lenta,
idéntica a sí misma y fugitiva.
Mas en tumulto alzándose, en revuelo
de rota espuma, al nadador ostenta
ingrávido en su fuga a la deriva.
Y la forma se aviva
con reflejos de plata;
ata el río y desata,
en transparente lazo mal seguro,
aquel rumbo veloz entre su oscuro
anhelar ya resuelto en diamante.
La luz, esplendor puro,
cálida envuelve al cuerpo como amante,

Un frescor sosegado se levanta
hacia las hojas desde el verde río
y en invisible vuelo se diluye.
La sombra misteriosa ya suplanta
entre el boscaje ávido y sombrío
a la luz tan diáfana que huye.
Y la corriente fluye
con un rumor sereno;
todo el cielo está lleno
del trinar que algún pájaro desvela.
El bello cuerpo en pie, desnudo cela,
bajo la rama espesa, entretejida
como difícil tela,
su cegadora nieve estremecida.

Oh nuevo dios. Su deslumbrante brío
el crepúsculo vuelve vagoroso
en perezosa gracia seductora.
Todo el fúlgido encanto del estío
el fatigado bosque rumoroso
con reposo vacío lo evapora.
Vana y feliz la hora
al sopor indolente
se abandona; no siente
la silenciosa y lánguida hermosura.
por la centelleante trama oscura
huye el cuerpo feliz casi en un vuelo,
dejando la espesura
por la delicia púrpura del cielo.

B. NOVALIS



   Novalis (1772-1801), nacido en el seno de una familia noble de Sajonia, recibió una educación pietista. Estudió Derecho en Jena, donde asistió a los cursos de Historia impartidos por Schiller y conoció a Fitche, cuya filosofía idealista gravita sobre toda su obra. Después de trasladarse a Leipzig en 1791, conoció a los hermanos Schlegel, con los que colaboró en la revista “Athenaeum”. Un año más tarde, se trasladó a Wittenberg para ejercer la jurisprudencia. La muerte de su prometida, Sophie von Kühn, en 1797 a causa de la tuberculosis lo afectó profundamente. En 1799 ocupó el cargo de administrador de minas en Weissenfels, poco antes de su prematura muerte.
  La obra de Novalis es a la vez literaria, poética y filosófica. Novalis, que publicó muy poco en vida, es autor de miles de notas teóricas en las que combina ciencia, poesía, religión, política y filosofía. La mayoría de estas notas se recogen en El borrador general”. Se caracterizan estas notas por un espíritu enciclopédico, propio del primer Romanticismo y presente también en Fiedrich Schlegel, quien proyectaba una enciclopedia literaria. Novalis imaginó en “El borrador general” una forma específica de saber total, en el que el arte y, sobre todo, la poesía son la clave de todo. En el corazón de su reflexión se encuentra la búsqueda de un idealismo mágico que combina potencia espiritual y creación literaria. Este idealismo tiene como finalidad sintetizar diferentes formas (como sujeto y objeto) y, al mismo tiempo, producir, gracias a la imaginación creadora, una armonía global que Novalis denomina la edad de oro.
  Los textos poéticos de Novalis son, en verso: “Himnos a la nochey “Cantos espirituales”; en prosa, “Los discípulos en Sais”. Su obra maestra en prosa es “Enrique de Ofterdingen”, ambientada en un universo medieval mítico, y que publicó póstumamente su amigo Ludwick Tieck.


B.2. “Himnos a la noche”
Avanza horrible espectro hacia los convidados
y llena su alma toda de un gran terror secreto
hasta los mismos dioses se sienten conturbados
ni a llevar calma aciertan al corazón inquieto.
Era misteriosa de esta visión la senda;
no aplacaba su rabia ni súplica ni ofrenda.
¿Sabéis qué era? La Muerte, que esa deshecha orgía
con dolor y con lágrimas y miedo interrumpía.
Forzado a separarse, al fin, eternamente
de lo que el alma mece en el más dulce encanto,
de todo lo que inspira, con un amor ferviente,
anhelo infatigable e inextinguible llanto
al mortal parecía tan sólo reservado
un sueño mortecino, luchar desesperado.
Del placer, estrellada ya estaba la ola loca
del hastío infinito en la funesta roca.
Embelleció al espectro queriendo hacerle inerme
la osada fantasía que hasta lo ignoto escarpa;
un dulce adolescente la luz apaga, y duerme;
será el fin apacible como el germir de un arpa.
dilúyese el recuerdo de sombras en raudales:
el canto del destino, tal fue, de los mortales.
Más de la eterna muerte quedó el misterio arcano.
Oh, ¡Muerte! ¡Oh, grave signo de un gran poder lejano!
[...]
Oh, ved, ya está la losa alzada,
abierta está la sepultura:
la humanidad resucitada,
contigo siéntese hermanada,
libre de toda ligadura.
Todo pesar se desvanece
ante tu copa, que convida,
cuando la tierra desaparece
en la suprema despedida.
La muerte, a bodas ya nos llama;
están las vírgenes dispuestas;
clara es la lumbre que derrama
dentro sus lámparas la llama;
no falta aceite en nuestras fiestas.
De tu cortejo el sacro coro
llene el profundo firmamento
llámennos ya los astros de oro
con dulce voz y humano acento.
A tí levántanse, oh, María,
millares ya de corazones;
desde la hondura de esta fría
tierra, tan lóbrega y sombría,
te claman: »¡No nos abandones!«
¡Ah! su plegaria no deseches;
sanar confían de sus males
cuando, amorosa, les estreches
cntre tus brazos maternales.
¡Cuántos de ardor ya consumidos,
vencidos ya por cruel tortura,
de nuestro mundo desasidos
volaron ya y contigo unidos
gozando están de tu ventura!;
si en horas trágicas nos vimos,
bajaron para confortarnos.
Hoy hacia ellos ya subimos
al lado suyo a eternizarnos.
Ante ninguna sepultura
solloza ya quien ama y cree;
ya del amor la herencia pura
de fuerza y hurto está segura.
¡Dichoso aquel que la posee!
Viene la noche y, en su brillo,
se refrigera su hondo anhelo;
su corazón es un castillo
que guardan ángeles del cielo.
Nuestra terrena vida asciende
hacia la vida sempiterna.
El alma ya más claro entiende
pues ya la abrasa, ya la enciende
una amorosa llama interna,
los astros son racimo ingente
que, a chorros, da vino de vida;
en un lucero refulgente
será cada alma convertida.
Ah, dadivoso, amor invita
a todos; no hay de hoy más ausencia.
En plenitud toda se agita,
cual mar sin playas, infinita,
del universo la existencia.
¡Eterna noche de delicia!
¡Canto sin fin! ¡Eterno poema!
El sol que a todos acaricia
es, oh, gran Dios, tu faz suprema.

2. LA POESÍA ROMÁNTICA INGLESA

  La poesía romántica inglesa se manifiesta en dos generaciones de escritores:

a) La primera recibe el nombre de lakistas, porque sus componentes residieron una temporada en la región de los lagos del noroeste de Inglaterra. Compusieron los primeros poemas claramente románticos entre 1798 y 1815, y está representada sobre todo por William Wordsworth (1770-1850) y Samuel Taylor Coleridge (1770-1834).

b) Los poetas de la segunda generación reciben el nombre de poetas rebeldes; forman parte de ella tres grandes figuras de la lírica inglesa: Lord Byron (1788-1824), Percy Bysshe Shelley (1792-1822) y John Keats (1795-1821).

1. WILLIAM WORDSWORTH

   En colaboración con Coleridge, publicó en 1798, anónimas, las "Baladas líricas", cuyo prólogo es considerado como el manifiesto del Romanticismo en Gran Bretaña. Los temas principales de su poesía nacen de la observación directa de la naturaleza por los sentidosy de una intención de liberar al hombre en el ámbito político, religioso y sexual, intención no ajena a la simpatía que en una época sintió por la Revolución Francesa, contra cuyos ideales acabó sin embargo por reaccionar.
La renovación del lenguaje poético que propugnó y prcaticó consiste básicamente en el alejamiento de la jerga convencional de la literatura a favor de una dicción más cercana al habla común. Su vasta producción, cuya joya es quizá el autobiográfico The Prelude, tiende a evitar los materiales tópicamente poéticos para explotar en cambio la expresividad del lenguaje ordinario y la nobleza de los temas rústicos. Central en Wordsworth es la distancia que se establece entre la experiencia inmediata y en recuerdo de esa experiencia tal y como se revive en el poema: la poesía es "la emoción rememorada en la tranquilidad".

2. SAMUEL TAYLOR COLERIDGE



   Coleridge se destacó como el mayor teórico de la primera generación del Romanticismo inglés, en particular al lado de Wordsworth, con quien compartió muchos ideales y proyectos. La adicción al opio, un carácter voluble y la "vocación de ser un hombre echado a perder" (T. S. Eliot) no le permitieron dejar una obra poética más contundente, pero la "Balada del viejo marinero" y el "Kubla Khan" (1816) bastan para reconocerle una fisonomía propia, por su efusiva evocación de lo fantástico y de lo exótico. En la misma línea va el inconcluso "Crristabel". Especial influencia y popularidad consiguió gracias a sus escritos filosóficos y críticos. La "Biographia literaria" diagnosticó con bastante anticipación el peligro que aún había de acusarse en el Romanticismo posterior: evaluar la obra de un autor por su mitología personal más que por su hechura literaria. Muy analizada ha sido su distinción entre la "fantasía", que se limita a acumular desordenadamente imágenes e impresiones, y la "imaginación", que las elabora y reduce a la unidad.

3. LORD BYRON


  Nadie como él ha encarnado el mito del poeta rebelde, aventurero y transgresor. De cuna aristocrática, culto y atractivo (aunque es cierto que cojeaba ligeramente), George Gordon Byron comenzó su carrera con un libro de poemas, "Horas de ocio", a cuya mala acogida reaccionó con una composición satírica, "Bardos ingleses y críticos escoceses", que le congració en cambio el favor del público. En 1812, a la vuelta del "Grand Tour" que lo había llevado a Lisboa, Sevilla, Cádiz y al próximo Oriente, publicó los dos primeraos cantos de "Las peregrinaciones del joven Harold", poema narrativo de tono autobiográfico destinado a tener gran éxito. Las deudas y los escándalos, como los de su separación matrimonial y la relación amorosa con su hermanastra, le fueron cerrando puertas y le aconsejaron marcharse primero a Suiza (cerca del lago Leman, juanto a Shelley y su mujer) y luego a Italia, donde vivió una apasionada historia con una condesa veneciana y tomó partido por la independencia de Grecia. Unas fiebres acabaron con él cuando estaba a punto de unirse a los insurrectos. Las obras más celebradas de Byron fueron los poemas narrativos "The Corsair", "Mazeppa" y el que mejor ha soportado el paso del tiempo, "Don Juan", cuyo héroe, inteligente y altivo, tierno y pecador, pasea por el mundo una mirada burlona y habla con el desafío de un buen conversador. La última fase de su poesía pierde espectacularidad y desgarro y gana en hondura psicológica e intelectual.

4. PERCY BYSSHE SHELLEY

   Como miembro de una familia distinguida, se educó en Eton y Oxford y pudo vivir gracias a las pensiones y herencias de los suyos, por más que sus matrimonios y amores le causaron no pocos problemas, llevándolo a instalarse en Suiza y luego, desde 1818, en Italia, donde se ahogó en el naufragio de su yate. Había sido expulsado de la Universidad a raíz de la publicación del ensayo "La necesidad del ateísmo", acorde ya con los ideales racionalistas y revolucionarios que pronto articuló en su poema "Queen Mab" (1813), luego muy difundido y que lo volcaron un tiempo en la agitación política. Su obra, irregular y a veces un tanto desdibujada, se distingue por el aliento visionario, la inspiración utópica y una rica vena meditativa, presente también en muchas de sus piezas líricas y en el excelso "Prometeo desencadenado" (1820). La plenitud de su poesía la alcanzó sin duda en "Adonais" (1821), elegía a la memoria de su amigo John Keats y a la vez apasionada proclamación de la fuerza de la poesía para superar las adversidades. El ensayo "A Defence of Poetry" insiste en la función social y el carácter profético de los poetas.
5. JOHN KEATS

  A diferencia de Byron y Shelley, Keats no se preocupó por la política ni por la religión, sino que condensó su esfuerzo creativo en la elaboración de una poética y una estética ideales, no carentes sin embargo de convicciones éticas. Proveniente de una familia humilde y cirujano de oficio, entró en el mundo literario hacia los 20 años y tuvo una vida marcada por las desgracias y por la enfermedad. Pese a que los "Poems" de 1817 fueron recibidos con tanta acritud como el largo "Endymion" de 1818, está claro que Keats es el maestro de las formas breves del Romanticismo inglés. En efecto, carente de la habilidad narrativa de Byron, lo más logrado de su obra es de carácter lírico y se encuentra en algunos de los sonetos de su etapa inicial, en "Lamia and other Poems" y en otras piezas de los últimos años, tales "La belle dame sans merci", "La víspera de Santa Inés" e "Hiperión". Justamente estimadas han sido siempre la "Oda a un ruiseñor", en la que la belleza del canto del ave supera con creces la muerte y el dolor humanos, y la "Oda a una urna griega" donde la belleza, inmortalizada por el arte, se contrapone a la caducidad de la vida, a la cual se superpone. La limpidez expresiva y la gracia verbal dan a la lírica de Keats una tonalidad inconfundible.

3. POESÍA ROMÁNTICA ITALIANA

1. GIACOMO LEOPARDI


  
  Leopardi fue un aristócrata de provincia, fundamentalmente autodidacta, profundo conocedor de la Filología Clásica, físicamente débil, que vivió encerrado en la soledad, la amargura y la inteligencia. Según él, el mundo y la realidad conspiran para el sufrimiento del humbre, cuyo único consuelo está en la reflexión, la creación y la vaga esperanza de dejar una obra perdurable. Su aproximación a los postulados románticos se conjugó con una orientación estética clasicista y desembocó en una honda meditación sentimental, de expresión contenida. Leopardi, en efecto, no tuvo una lengua poética propia, antes bien se acomodó al estilo noble de la tradición italiana a partir de Petrarca, pero, dentro de ella, se movió en el nivel más llano, incluso con momentos de realismo coloquial. Los rasgos que le hacen inconfundible son el tono radicalmente pesimista, nihilista y escéptico, y la nitidez con que dibuja paisajes y escenas de costumbres transfigurados en estados de ánimo. El título fundamental de su paraca obra poética son los "Cantos", centrados en la evocación de la juventud frustrada, en el placer visto como interrupción del dolor adulto y en las cavilaciones en torno a la vacuidad de la vida. 
 "A LA LUNA" DE G. LEOPARDI
Oh, tú, graciosa luna, bien recuerdo
que sobre esta colina, ahora hace un año,
angustiado venía a contemplarte:
y tú te alzabas sobre aquel boscaje
como ahora, que todo lo iluminas.
Mas trémulo y nublado por el llanto
que asomaba a mis párpados, tu rostro
se ofrecía a mis ojos, pues doliente
era mi vida; y aún lo es, no cambia,
oh mi luna querida. Y aún me alegra
el recordar y el renovar el tiempo
de mi dolor. ¡Oh, qué dichoso es
en la edad juvenil, cuando aún tan larga
es la esperanza y breve la memoria,
el recordar las cosas ya pasadas,
aun tristes, y aunque duren las fatigas!
4. POESÍA ROMÁNTICA FRANCESA
   Hasta 1820, Madame de Staël y François René de Chateaubriand fueron las dos grandes figuras del Romanticismo francés: ella es autora del ensayo "Sobre Alemania"; él es conocido sobre todo por la autobiografía "Memorias de ultratumba". Posteriormente, la influencia de Rousseau, Goethe y Lord Byron propició la aparición de un grupo poético en el que destacaron Alphonse de Lamartine y Victor Hugo. 

1. ALPHONSE DE LAMARTINE

Lamartine escribió las "Meditaciones", un conjunto de poemas elegíacos que provocaron una gran conmoción por su tono suavemente melancólico y la delicada ternura con la que expresa su sentimiento amoroso, visto siempre como pura emoción. También tuvo éxito "El lago", poema en el que la visión de la naturaleza da lugar a una gran exaltación lírica.

2. VICTOR HUGO

   
El apasionante novelista de "Nuestra Señora de París" y de "Los miserables", el dramaturgo de "Cromwell", principal manifiesto del Romanticismo en Francia, y de "Hernani", el crítico, el polemista, el hombre público, el héroe nacional, fue siempre y sobre todo poeta impenitente. Del inicial legitimismo durante la restauración y de la postura monárquica, pasó a un liberalismo de vanguardia que se manifestó en un discreto apoyo al movimiento popular de 1848, en la oposición al golpe de estado contra Luis Napoleón Bonaparte y en quince años de exilio, en las islas del Canal y en Bélgica, a causa de su enfrentamiento acérrimo con el gobierno de Napoleón III. De todas estas actitudes y de todas las experiencias, sentimientos, ideas y veleidades de una larga vida hay un copioso reflejo en sus libros de versos: "Odes et ballades", "Orientales", "Les feuilles d´automne", "Les chants du crépuscule" "Les contemplations"... 
LA NOVELA HISTÓRICA

La novela romántica es esencialmente histórica, es decir, está ambientada en el pasado, normalmente medieval (lo que constituye un reflejo del nacionalismo). No obstante, los protagonistas no suelen ser grandes figuras históricas. Este hecho no es arbitrario, porque cuando se trata de un personaje de primera magnitud, se conocen los acontecimientos y se impone la realidad, de forma que el resultado es una historia novelada; con personajes anónimos, el escritor tiene libertad para crear al héroe y establecer las condiciones necesarias para enfrentarlo a su mundo.

WALTER SCOTT



   Walter Scott (1771-1832) nació en Edimburgo, en una familia de antiguas tradiciones escocesas. En 1772 sufrió poliomielitis, enfermedad que lo dejó cojo. Tras pasar los primeros años de su infancia en los Borders, en 1775 regresa a Edimburgo, donde estudió Derecho. Una vez acabada la carrera, realizó el primero de los muchos viajes que lo llevaron a tierras poco frecuentadas, al norte de Escocia, en búsqueda de nuevas baladas que todavía estuvieran vivas dentro de la tradición oral. En 1797, se casó con Margaret Charlotte Charpentier.
En 1804 adquirió una imprenta. Gracias a los buenos resultados de la empresa, compró el castillo de Abbotsford, donde vivió hasta el final de su vida, con la visión de revivir el mundo aristocrático de los terratenientes. La quiebra de la imprenta lo condujo a trabajar frenéticamente para poder hacer frente a las deudas y mantener su casa. Scott murió en 1832.

   En 1814 publicó "Waverley", considerada la primera novela histórica. Empezada en 1805, no terminó la obra hasta 1813, momento en que se vio obligado a publicarla, de forma anónima, empujado por las necesidades económicas. En esta novela se detectan ya las características fundamentales de sus obras: el interés por el folclore local; las descripciones de paisajes y de acontecimientos históricos; la enorme fuerza de los diálogos; la caracterización del héroe típicamente romántica y la influencia de la novela gótica. Esta novela, "Guy Mannering" y "El anticuario" forman la denominada "trilogía escocesa".
 En "Cuentos de mi posadero" se encuentran narraciones muy conocidas como "La pastora de Lammermoor" o "Rob Roy". En 1823 publicó su obra más famosa, "Ivanhoe", que presenta el conflicto anglo-escocés en el enfrentamiento entre normandos y sajones durante la época de Ricardo Corazón de León.
   Los personajes de Scott son héroes desconocidos, con los que el pueblo puede identificarse fácilmente; son personajes planos, que permiten al autor tratar grandes conflictos históricos y revivir el pasado desde una perspectiva nostálgica y conservadora.


[Ivanhoe lleva a cabo su particular cruzada contra Juan Sin Tierra, pérfido hermano del rey que se aprovecha de su retención en Austria para disfrutar del trono. Para ello se sirve de la ayuda de Robin de Locksley, que posteriormente será conocido como Robin Hood. Este se presenta en un certamen de tiro con arco, y compite con Huberto, favorito del arrogante príncipe Juan. Primero dispara Huberto, que da en el círculo central de la diana, pero no justo en el centro]
Quitaron el blanco y lo sustituyeron por otro de igual tamaño. En su calidad de vencedor, Huberto tenía derecho a tirar el primero; examinó el blanco con mucha atención, y miró durante largo rato con la vista la distancia, teniendo en la mano su arco tendido y la flecha puesta en la cuerda. Al fin, avanzó un paso, levantó el arco a lo largo del brazo, hasta que la empuñadura estuvo casi al nivel de sus ojos, y retiró la cuerda hacia la oreja. La flecha hendió el aire, silbando, y fue a clavarse en el círculo interior del blanco, pero no exactamente en el centro. –No habéis tenido en cuenta el viento, Huberto –dijo Locksley, tendiendo su arco–; sin esa circunstancia, el tiro hubiera sido mejor. Profiriendo estas palabras, y sin tomarse la molestia de apuntar, Locksley se colocó en el sitio indicado y desemballestó su flecha, con aire al parecer tan negligente como si ni siquiera mirara al blanco. Hablaba todavía en el momento de partir la flecha, y no obstante, esta se clavó dos pulgadas más cerca del centro que la del guarda. –¡Voto al sol que nos alumbra! –exclamó el príncipe–; si te dejas vencer por ese bribonazo, mereces que te ahorquen. […] Alentado de esta suerte, Huberto ocupó nuevamente su sitio, y no echando en saco roto el consejo de su adversario, tuvo en exacta cuenta la ligera ráfaga de aire que acababa de levantarse, y tiró con tal destreza que su flecha fue a clavarse en el mismo centro del blanco. –¡Hurra! ¡Viva Huberto! –gritó la multitud, que se interesaba más por su paisano que por un desconocido–. ¡En el centro!... ¡En el centro! ¡Viva Huberto! –¿Cómo te las arreglarás ahora, Locksley, para mejorar ese flechazo? –dijo el príncipe con sonrisa irónica. –Voy a rajar su flecha –respondió Locksley. Y apuntando con más atención que la primera vez, su flecha cayó derecha sobre la del guarda y la hizo astillas. Esta maravillosa prueba de destreza petrificó de tal suerte a los espectadores, que no pudieron dar curso a su sorpresa con las aclamaciones ordinarias. –¡Es el diablo –murmuraban los arqueros– y no un hombre de carne y hueso! Jamás se ha visto cosa igual desde que se tendió el primer arco en Inglaterra.


ALEJANDRO DUMAS






   Nació en 1802 en Villers-Cotterêts; con unos estudios deficientes, se instaló en París y comenzó a trabajar para el duque de Orleans como escribiente. La fama le llegó en 1829 a raíz de la representación, en la "Comédie Française", de "Enrique III y su corte". Publicando dramas y novelas históricas, adquirió una considerable fortuna que dilapidó y, asediado por los acreedores, huyó a Bruselas. Regresa a París en 1853 y se e4mbarca en diversas empresas que fracasaron. Casi arruinado, se refugia en casa de su hijo, donde murió en 1870.


   Dumas fue un escritor muy prolífico: publicó unas 300 obras de temas muy variados (tragedias, dramas, melodramas, novelas de aventuras, etc.), además de numerosos artículos. Sin embargo, a menudo contó con la ayuda de colaboradores, entre los cuales destaca Auguste Marquet, que intervino en varias novelas suyas: "Los tres mosqueteros" y "El conde de Montecristo".


VICTOR HUGO


   Las novelas de Victor Hugo se ambientan en el pasado, pero conectándolo con los debates contemporáneos más importantes. De hecho, todas sus novelas están al servicio de una idea, lo que explica las numerosas digresiones que interrumpen la narración; además, en sus obras, el narrador se identifica con los pobres, hecho único por aquel entonces en la literatura francesa, en la que los temas y los protagonistas se extraían del mundo de la burguesía. Sus personajes están sometidos a una implacable fatalidad y, como consecuencia, se ofrece una aproximación a lo sublime, una lucha titánica destinada a fracasar.
   La primera gran novela de este autor es "Nuestra Señora de París" (1831). Más tarde, publica "Los Miserables" (1862).


[La novela se inicia con unas celebraciones populares frente a la iglesia de Nuestra Señora de París, donde conocemos a Esmeralda, la bailarina gitana, Quasimodo, un deforme y feo jorobado que se encarga de las campanas de la iglesia, y Claude Frollo, un clérigo. Frollo, atraído por la bailarina, pide a su protegido Quasimodo que la rapte. Sin embargo, la intervención del capitán Febo impide la consumación del secuestro y lleva a Quasimodo a la condena del suplicio público. Es azotado en la plaza, y recibe todo el odio y los insultos del pueblo, que lo detesta por su fealdad. Quasimodo pide agua]
–¡Agua! –repitió por tercera vez Quasimodo.
Entonces vio cómo se apartó el gentío. Una muchacha curiosamente ataviada salió de entre la gente. Iba acompañada de una cabrita blanca de cuernos dorados y llevaba una pandereta en la mano.
El ojo de Quasimodo centelleó. Era la bohemia a la que había intentado raptar la noche anterior, fechoría por la que comprendía vagamente que estaba sufriendo aquel castigo, lo que, por otra parte, no era cierto ni mucho menos, pues se le estaba juzgando por la desgracia de ser sordo y por haber sido juzgado por un sordo. Estaba seguro de que también ella había venido para vengarse y darle, como hacían los otros, su golpe correspondiente. […]
Ella, sin decir una sola palabra, se aproximó al reo, que se retorcía en vano para librarse de ella, y soltando una calabaza que a guisa de recipiente tenía atada a la cintura, la acercó muy despacio a los labios áridos del desdichado.
Entonces, de aquel ojo tan seco y encendido hasta entonces, se vio desprenderse una lágrima que fue lentamente deslizándose por aquel rostro deforme y contraído hacía ya mucho rato por la desesperación.
EL JOROBADO DE NOTRE DAME (DISNEY):http://www.youtube.com/watch?v=9jccw6VAbmk

MARY SHELLEY

   Mary Wollstonecraft Shelley nació en Londres. Hija del escritor y economista William Godwin y de la escritora feminista Mary Wollstonecraft, se educó en un ambiente de ideas románticas e ilustradas. Con 17 años se escapó de casa junto al poeta Percy Byshe Shelley, con quien se casó dos años más tarde, cuando se suicidó su primera esposa. Al morir su esposo, Mary Shelley pidió a pie de pira que se abriera el cadáver de su marido para sacarle el corazón; conservó esta víscera y la llevo consigo a todos sus viajes. Murió paupérrima en Londres en 1851.

   Su obra más destacada, "Frankestein o el moderno Prometeo", es de 1818. Se considera una obra maestra de la llamada novela gótica.
                                                    
A. Una siniestra noche del mes de noviembre, pude por fin contemplar el resultado de mis fatigosas tareas. Con una ansiedad casi agónica, coloqué al alcance de mi mano el instrumental que iba a permitirme encender el brillo de la vida en la forma inerte que yacía a mis plantas. Era la una de la madrugada, la lluvia repiqueteaba lúgubremente en las calles y la vela que iluminaba la estancia se había consumido casi por completo. De pronto, al tenebroso fulgor de la llama mortecina, observé cómo la criatura entreabría sus ojos ambarinos y desvaídos. Respiró profundamente y sus ojos se movieron convulsos.
¿Cómo podía transmitirle la emoción que sentí ante aquella catástrofe o hallar frases que describan el repugnante engendro que, al precio de tantos esfuerzos y trabajos, había creado? Sus miembros estaban, es cierto, bien proporcionados y había intentado que sus rasgos no carecieran de cierta belleza. ¡Belleza! ¡Dios del cielo! Su piel amarillenta apenas cubrían la red de músculos y vasos sanguíneos. Su cabello era largo y sedoso, sus dientes muy blancos, pero todo ello no lograba más que realzar el horror de sus ojos vidriosos, cuyo color podía confundirse con el de las pálidas órbitas en las que estaban profundamente hundidos, lo que contrastaba con la arrugada piel del rostro y la rectilínea boca de negruzcos labios.
Aunque muy numerosas, las alteraciones de la existencia son menos apreciables que las de los sentimientos humanos. A lo largo de dos años había trabajado encarnizadamente con el solo objeto de otorgar vida a un organismo inanimado. Para lograrlo me había privado del necesario descanso, puesto en serio peligro mi salud, sin que ninguna moderación pudiera apagar mi fervor. Y, sin embargo, cuando mi obra estaba ya lista, mi sueño perdía todo atractivo y una repulsión invencible se apoderaba de mí.
No pudiendo soportar por más tiempo la visión del monstruo, salí precipitadamente del laboratorio [...]

B. "¡Maldito, maldito creador! ¿Por qué me disteis la existencia? ¿Por qué no extinguí, en aquel mismo instante, la llama de la vida que con tanta inconciencia habíais encendido? No sé, en verdad, qué me contuvo. La desesperación no había hecho presa todavía en mí con todo sus horror inenarrable. No experimenté, entonces, más que cólera y un deseo invencible de venganza. ¡Qué placer me hubiera producido la destrucción del chalet y de todos los que lo habitaban! ¡Con qué gozo hubiera escuchado sus alaridos de espanto y dolor! [...] A aquellas horas todas las criaturas descansaban o gozaban; sólo yo, maldito monstruo diabólico, acarreaba en mi interior mi propio infierno y, al no encontrar una amistad o un afecto, deseaba arrancar de raíz los árboles y dispensar a mi paso la muerte y la destrucción, tras de lo cual tomaría asiento en las ruinas y contemplaría las pavesas acumuladas a mi alrededor"

C. "- Estáis equivocado- respondió el inbfame monstruo-. Pero, a pesar de todo, estoy dispuesto a discutir con vos en vez de proferir amenazas. Os he dicho ya que mi maldad proviene, tan sólo, de mi desdicha. ¿Acaso no me rechaza toda la humanidad? Vos, mi creador, deseáis destruirme y, de este modo, vencer. Pero reflexionad, decidme ¿por qué debo ser misericordioso para con los demás si ellos se muestran tan implacables conmigo? A vuestro entender no sería un crimen arrojarme en un abismo para destruir este cuerpo que construisteis con vuestras propias manos. ¿Por qué debo respetar al ser humano cuando éste alberga para conmigo tales deseos? Que conviva en buena hora conmigo; si aceptara, lejos de causarle el menor daño, yo le haría todo el bien que de mí dependiera y, llorando de felicidad, le daría pruebas de mi gratitud.[...]Si no pueden sentir amor por mí, ¡allá ellos!, sentirán miedo[...]"

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